martes, 25 de marzo de 2014

Los obscuros orígenes del ERU parte I: Los fundadores se conocen

A lo largo de estos años, en el ERU nos hemos enfrentado al desafío (con un éxito soberbio) de realizar rigurosas y detalladas biografías de distintos personajes del ámbito unlziano. Sin embargo, hasta hoy, la historia del origen del ERU permaneció en las sombras. En un acto de onanismo escrito, decidimos autoexaltar nuestra agrupación contándoles cómo fue nuestra fundación.

Tres seres antisociales unidos por Ella

Febrero de 2009. El calor típico de esa fecha. Tres párvulos recién salidos de la secundaria cursaban las materias de ingreso en el aula 103. Se dejaban obnubilar por las genuflexiones del "profesor" de Sociología (Santiago Aragón), se maravillaban de las bendiciones de pertenecer a la facultad de Sociales (¡minitasshhh, minitashh por todos lados, Ignacio!), y miraban de costado la inusitada presencia de agrupaciones políticas.
Sophrosyne llegaba todos los días colérico y algo achicharrado. Sus peores enemigos, el sol y el calor, no le daban respiro. Como un murciélago, buscaba algún resquicio del aula donde hubiera penumbras. Sus ojos refulgían demostrando su odio hacia la humanidad.
Elocuente Aurum llegaba todos los días puntual, impregnado por un dejo de optimismo. En su afán por establecer contacto humano (¿Cómo se hace eso?), entraba al aula y saludaba cordialmente a sus compañeros. Rara vez obtenía respuesta. Por alguna falla neuronal de su cabeza cada vez que ingresaba al campus su mente reproducía "Canon & Gigue" de Pachelbel. Pronto se daría cuenta que más apropiado sería que le sonara la Marcha Peronista. Miraba a su alrededor con desdén, observando a esos rapaces que todavía parecían vivir en la ilusión de Bariloche.
Pucho llegaba todos los días con una mueca irónica en el rostro. Sonreía de forma torcida, como si hubiera un chiste flotando en el aire que sólo él entendía. Sus claritos y sus rulos cegaban a todos los estudiantes. Su mirada torva parecía indicar que no deseaba que le hablasen, porque le bastaba estar solo con sus reflexiones. Y hasta quizás se podía adivinar en él un potencial protagonista de una matanza a lo universidad yanqui.
Ante tan singular espectáculo, nadie se acercaba a ellos, pues de alguna peculiar manera, ya desde temprano, sus presencias causaban inquietud en la gente.
Durante los recreos, estos tres sujetos extravagantes se sentaban con el ceño fruncido en el pasillo del aula, a escasos metros unos de los otros. Los tres, siempre los mismos. Sin hablar, mirando por la ventana, o simplemente esperando a que el tiempo pasase y tuvieran que volver a clases. Sin dirigirse una palabra o una mirada.
Y probablemente nunca se hubiesen hablado si no fuera por Ella, la enviada de Plager para unir a los tres dementes.
Ella llegaba todos los días tarde. Destacaba por ser esbelta, alta y tener cara de psicópata. Su profundo odio a la la gente se amalgamaba con la facilidad que tenía para ser mordaz. Para controlar su impulso tanático escuchaba tango electrónico desde su reproductor de MP3.
Un día como cualquiera, mientras los tres perturbadores muchachos estaban sentados, como siempre, juntos sin estarlo, Ella se acercó a Sophrosyne y le ofreció galletitas de salvado. El muchacho obscuro aceptó con gusto.
          - ¿Qué estás escuchando?- Inquirió Sophrosyne
          - Tango electrónico
          - ¡Oh! Que copado. Que gente interesante hay en la facultad.
Luego de un silencio incómodo, Ella decidió rellenarlo hablándole a Pucho, quizás por miedo a que si nadie interactuaba con él, el joven asesinaría a todos sus compañeros. Le ofreció, como a Sophrosyne, una galletita.
           - No...- silencio largo, cara de asesino serial- Gracias.- Respondió secamente, al tiempo que daba vuelta su cara, dando por terminada toda comunicación.
Finalmente Ella se acercó a Elocuente y le ofreció, también, otra galletita. Aurum rechazó el aperitivo, pero aceptó la oferta velada de interacción.
De esta manera extravagante los futuros fundadores del ERU se conocieron. Aurum y Sophrosyne se hablaban regularmente. Pucho no tuvo interés de unirse al incipiente grupo, y seguía con sus sueños homicidas. Pero Plager obra de formas misteriosas, y su voluntad de unir a los tres trastornados se cumpliría un par de clases luego, cuando Pucho, motivado por su egoísmo, se acercó a hablarle a Sophrosyne. Mientras el muchacho obscuro utilizaba el mingitorio, Pucho se le aproximó sigilosamente. Sophrosyne, creyendo que su suerte estaba echada, cerró los ojos y apretó los cantos. Sin embargo, Pucho se puso a orinar a su lado, como excusa -incómoda- para hablarle. Guiado por un temor pequeño-burgués canallesco, por miedo a no ingresar a una institución que le permitiría acreditar un Ser, Ser-Periodista, por todo eso, se acercó a Sophrosyne, quien en ese entonces era un artista-freak a tiempo parcial y cuya aversión por el resto de los seres humanos se notaba en su aura de malignidad. En resumen,  Pucho necesitaba un apunte que no poseía, y decidió pedírselo a uno de los pocos seres con los que había (pseudo) interactuado.
De esta forma tan... peculiar, Pucho se unió al grupo. Clase a clase los jóvenes se hablaban más, compartían sus paranoias, esquizofrenias y delirios. Hacia finales del curso de ingreso, los muchachos intercambiaron sus correos electrónicos. El trío quedó consolidado. Todavía no lo sabían, pero pronto conocerían a Dios y darían a luz a la organización que llevaría a cabo Su voluntad.



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