lunes, 15 de abril de 2013

1º Concurso de Textos Delirantes


En el marco de una idea insensata, decidimos lanzar una especie de Concurso Literario de estilo ERU. ¿Sos fanático del blog? ¿Te gusta escribir? Entonces leé las bases y ponete a escribir!
1er Concurso de Textos Delirantes.
Bases y condiciones
1) Los textos se recibirán desde el Lunes 29 de Abril hasta el lunes 6 de Mayo. Los interesados deben enviar un mail con el archivo de word adjuntado y el asunto "Concurso" a la siguiente dirección: elocuente.aurum@gmail.com.
2) Los concursantes deben firmar con un seudónimo su escrito. No se recibirá más que un texto por concursante.
3) El tema sobre el que escribir es libre. La única limitación que ponemos es que la situación debe estar relacionada con la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ.
4) Los textos serán evaluados por un jurado de notables infames, fundadores del ERU: Elocuente Aurum, Pucho y -quizás, si se copa-Sophrosine.
5) El jurado evaluará: Nivel y coherencia interna de delirio; redacción y sintaxis; creatividad y comicidad. No es necesaria la inclusión de imágenes (pero si quieren, pueden hacerlo)
6) El texto ganador será publicado en el blog del ERU, pudiendo el ERU modificar parcialmente por cuestiones estéticas, sintácticas o estilísticas la creación literaria con los fines de publicarla.
7) Si la cantidad de participantes es mayor a 10, también habrá 2 menciones honoríficas para textos que no ganaron pero que el ERU considera que fueron buenos.
8) Si la cantidad de participantes es menor a 2 personas, el concurso se considerará desierto. Sin embargo, si el ERU evalúa que el texto recibido es bueno, tendrá en cuenta publicarlo en el blog.

Cualquier duda consulten! A flashearla señores!

sábado, 6 de abril de 2013

Crónica de una humillación anunciada (basado en hechos reales)

Ella, morocha, de tez blanca y una voluptuosidad que envidiaría la mismísima Afrodita. De ahora en más la llamaremos "Curvas peligrosas". Él, rubio, prolijo, vestido con elegancia. Será para nuestros fines, el "Señor Blond". En muchos sentidos, esta pareja recordaba a los muñequitos de torta de casamiento: elegantes, inmaculados, aunque algo artificiales, y sobre todo, inseparables, pegados. La siguiente imagen representa a los tortolitos.

Pucho y yo cursábamos Comunicación III (en el auditorio Rodolfo Walsh), materia concurrida si las hay, donde confluyen -si no me confundo- estudiantes de Periodismo, Comunicación Social, Publicidad y Relaciones Públicas. Como cualquier hombre, tenemos un radar innato que detecta minas que están buenas, así que desde el principio nuestros ojos se posaron en "Curvas peligrosas", y por consiguiente, a lo largo del cuatrimestre no pudimos dejar de observar a la peculiar pareja. Nos llamaba la atención como "Señor Blond" parecía estar atado por un enlace invisible con su novia, de la misma forma que un electrón a un átomo. Si ella caminaba y se alejaba más de unos metros, él, como atraído por un imán, salía detrás de Curvas. Si ella entraba al baño, el hacía guardia afuera. La imagen evocaba a una rémora y un tiburón.
 Pucho y yo elaboramos, no sin cierta maldad, una teoría: Blond hacía y haría todo lo que pudiera para poder seguir recorriendo el sendero sinuoso de las caderas de Curvas, el Monte Everest de sus pechos. Es decir, haría lo que fuera y se bancaría cualquier cosa con tal de no perderla. En ese momento no supimos hasta qué punto nuestros comentarios maliciosos serían proféticos.
 El cuatrimestre se fue escurriendo, y cuando estábamos llegando hacia el final, un martes como cualquier otro, notamos que algo extraño estaba sucediendo. Un detalle pequeño, casi imperceptible, pero que encendió nuestras especulaciones: Curvas peligrosas estaba sentada en el aula, pero el lugar que ocupaba Blond estaba llamativamente vacío. "¿Estará llegando tarde?" Nos preguntamos. Pero nos respondimos que no, seguramente su celo no le permitiría dejar a su chica sin protección. "Entonces, ¿Se habrá enfermado?", no, nos respondimos. Aunque estuviese terminal estaría protegiendo el totó de su novia de posibles buitres. De pronto, tuvimos la certeza de que algo andaba mal. "¡Se habrán peleado!", ésa fue a la conclusión a la que llegamos. Cerca de 15 minutos después de que las clases habían comenzado, el señor Blond apareció. Y... ¡¿Qué carajo?! Su acostumbrada circunspección se había ido al demonio. La barba crecida, la bella camisa blanca desarreglada. ¡Si hasta su andar era inseguro! Se sentó al lado de Curvas, pero en un teatral contrapunto escénico, pese a que estaban sentados uno junto al otro, sus miradas estaban clavadas en opuestos rincones del salón. La situación no duró mucho así. Pocos minutos después de sentarse, Blond se levantó tan repentinamente como si el asiento lo hubiese eyectado. Cruzó por delante de la fila de sillas que lo separaban del pasillo central, y cuando estaba por sortear a la última persona, tropezó patéticamente. Pucho y yo no reprimimos una carcajada cruel. Se retiró del aula como un animal al que hubiesen apaleado.
Después del melodramático asunto, ya algo divertidos, nos olvidamos del tropiezo y le prestamos -más o menos- atención a las clases que dictaba la joven profesora. Parecía que la extraña situación de Blond quedaría en el pasado, pero un fuerte portazo -como si hubiesen abierto la puerta con un ariete- nos hizo ver que lejos estaba de terminar. Era Blond. Tenía aspecto de Robinson Crusoe recién llegado de una isla tropical luego de años de estar varado en ella. Su aspecto desprolijo se había acrecentado raudamente en el escaso tiempo que había pasado desde que salió del aula, casi como si lo hubiese hecho a propósito. Estaba encorvado, como si algo le pesara, como si de su cuello colgara el mismísimo Anillo Único -soy consciente de lo freakie de esa comparación-. La elegante ropa que lo engalanaba contrastaba burdamente con cómo la vestía: camisa mitad por fuera, mitad por dentro del pantalón, mangas arremangadas, primeros 2 botones desabrochados. Pero algo más, el rostro. Los ojos. Desencajados. Con un brillo inescrutable, mefistofélico. Se quedó unos segundos inmóvil, como si lo que estaba por hacer fuese algo de vida o muerte. Dio unos pasos de plomo, como quien camina hacia el cadalso, y, con el brazo extendido como un policía que detiene el tránsito, exclamó con estentórea voz :
 - ¡Alto profesora!
Un silencio insondeable, que pareció extenderse al infinito, siguió a esa extraña, desubicada orden. Cientos de alumnos contuvieron la respiración al mismo tiempo, y otros tantos corazones se sobresaltaron a la vez. Las miradas atónitas se centraron en el Señor Blond, que avanzaba lento, pero seguro hacia el centro del Auditorio. Una vez que llegó junto a la profesora, se detuvo.
- Permiso, quiero decirle algo a los chicos.- Se excusó. A medias era una orden, a medias un requerimiento.- Nunca creí que me haría algo como esto, que me pasaría esto, y menos en la Universidad... pero acá estoy...- Continuó. Los miembros del ERU dirigieron su mirada a Curvas, que estaba como recostada sobre el asiento, tapándose la cara con las manos. Un chillido parecido a un ¡Nooo! salió de entre el bloqueo de sus palmas.
- Nunca creí que haría algo como esto, pero...- Blond tenía las manos detrás de su cintura, como palpando algo que tenía en el bolsillo- pero... ¡Hijos de puta, ustedes se la pasan mirándole el culo a mi novia! Y uno de ustedes se lo tocó. Eso no va a pasar más.- De alguna parte de su pantalón sacó un arma y comenzó a disparar a los alumnos. Pucho y yo nos arrojamos al piso y rezamos a Plager.

            ...

En los escasos momentos de suspenso que separan lo que uno imagina que sucederá de lo que realmente sucede, creímos que ocurriría algo así. Que Blond se transformaría en una especie de James Eagan Holmes, y que la Universidad tendría la desgracia de ser un escenario como el del cine de Aurora. Bueno, sin la proyección de Batman, pero parecido.
Pero lejos estuvo de suceder algo así. Retomemos los hechos.
- Nunca creí que haría algo como esto, pero...- Se detuvo, respiró hondo y vomitó las palabras, mientras balanceaba sus brazos de izquierda a derecha- pero es que estoy enamorado.- La tensión se disipó, el misterio se reveló y la incredulidad afloró. ¿De enserio? Repentinamente, nuestras ensoñaciones se hicieron añicos. En lugar del psicópata James Holmes, nuestro buen amigo Blond se creía el típico personaje de película romántica de Adam Sandler, que para recuperar a la chica de sus sueños debe confesarle su amor frente a la mayor cantidad de personas posibles. Esta receta parece ser la única que funciona para enmendar los errores que uno comete en una relación, y seguramente es el único camino para solucionar los problemas de pareja.

Continuó con una declaración amorosa algo torpe:
- Amo a una persona que está acá, y quiero que ella lo entienda, porque parece que no lo hace.
La reacción de los alumnos devenidos en espectadores de una melosa puesta en escena fue diversa. La profesora exclamó mirando enternecida a Curvas: "¡Casate ya!". Pucho y yo lo miramos con infinito desprecio, pero todavía pasmados porque no sacara un arma, las palabras se nos atragantaron en la garganta. Apenas proferimos unos insultos a destiempo. Muchos se burlaron del muchacho, aunque no tanto como ameritaba la situación. Hubo una especie de hinchada de Blond, unas pseudo porristas, amigas de Curvas y a las que se notaba, la pareja les gustaba. Ellas lo aplaudieron y felicitaron. Algunos personajes grotescos gritaron frases prosaicas. "¡Nosotros también amamos a tu novia!", se escuchó decir a un corpulento alumno, conocido por su afición recreativa en mirar alevosamente mujeres (ser un pajero, en criollo). Presentamos a continuación un gráfico de las distintas respuestas de los alumnos.

Luego de su autoinmolación, Blond se retiró con celeridad. Curvas estaba enrojecida como un hierro al rojo.  Pucho y yo estábamos pasmados ¿Era posible que nos acaecieran tantas cosas flasheras en la universidad? Acabábamos de presenciar a un hombre navegando por el turbulento río de la pelotudez sentimentalista, y naufragar irremediablemente en las rocas de la auto humillación. Blond nos recordó al gusano Nietzschiano que se retuerce luego de ser pisado, para así evitar que la bota los aplaste nuevamente. Claro que, llevado a todo un nuevo nivel.
Una vez que terminó la primera parte de la clase, salimos al recreo. Cuando volvimos, creímos que no veríamos señales de Blond, que algún vestigio de dignidad le haría no pisar la facultad nunca más, o, como mínimo, no aparecer durante el resto de la cursada. Para nuestra sorpresa -e indignación- cuando volvimos, Blond estaba sentado en su lugar... y encima ¡abrazado con Curvas! ¿En qué clase de mundo perverso vivimos? Como sea, con Pucho nos quisimos matar e irnos. No nos matamos, pero sí nos fuimos. O al menos yo sí, no recuerdo mi colega. Pero lo que si quedó en mi mente fue una reflexión: que capacidad de hacer boludeces que tiene el ser humano -y el género masculino, en este caso-, más cuando está enamorado o cuando teme perder un preciado upite.


¿Presenciaste esta escena pseudo- romántica? Si así fue, contanos tus impresiones. Sino comentanos, ¿Qué te parecen los gestos románticos tan públicos? ¿Harías algo así por tu amado/a?
El que no comenta es macrista.

Comentá, maestro